Si
bien tienen claros sus propósitos, es característico en ellos que también
crean que deben justificar sus actos ante sí mismos y, muchas veces, también
ante los demás. Esta orientación los hace dedicar muchísimo tiempo a
reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, así como a evitar actuar
contrariamente a sus convicciones. Debido a esto, suelen persuadirse de que son
personas «cerebrales», racionales, que sólo actúan apoyadas en la lógica y la
verdad objetiva. Pero el verdadero cuadro es algo diferente: en realidad son
activistas que buscan una razón aceptable que justifique lo que creen que deben
hacer. Son personas de instinto y pasión que emplean la convicción y los
juicios para controlar y dirigir sus actos y a sí mismos.
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